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"Abrir la caja de Pandora"

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Así como Eva en el pensamiento cristiano, según la mitología griega Pandora es la primera mujer. Fue creada por orden de Zeus como parte del castigo impuesto a Prometeo por haber revelado a la humanidad el secreto del fuego.

Hefesto, dios del fuego, hizo su molde en arcilla y le dio forma; Palas Atenea, diosa de la sabiduría, la engalanó. Otras deidades le otorgaron a Pandora alguna cualidad como la belleza, la gracia, o la persuasión. Empero, Hermes lleno su pecho de mentira.




De nuevo recurrimos a Hesíodo, el genial fabulista griego, para recrearnos en el mito de Pandora. Los Trabajos y Los Días cuentan la historia. Todo comienza cuando Zeus le entrega a Pandora una jarra para que se la lleve a Epimeteo, hermano de Prometeo. Zeus prohibe la apertura de la jarra, pues contiene todos los males del Mundo. Sin embargo, la curiosa Pandora desentiende el aviso de Zeus y la abre. Todos los males -la enfermedad, la locura, el vicio, la pasión, la tristeza…- escapan de la jarra y se insertan entre los hombres.

Todos, menos la Esperanza. Es curioso observar como los antiguos griegos le otorgan a la Esperanza la cualidad de un mal. No obstante, si indagamos en el pensamiento griego de la Antigüedad, descubriremos como la esperanza se contrapone al carácter activo de los hombres, porque consiste en esperar, sin hacer nada, que se cumpla lo deseado. Así, se opone a la voluntad e incluso a la realidad misma.

Hesíodo, pues nos explica en este relato dos expresiones que, aún hoy día, se utilizan con mucha frecuencia. Así como los renacentistas transformaron la jarra en caja, el propio poeta griego nos dice cómo Pandora, tras su desobediencia, corre a decirle a la humanidad que no todo está perdido, que aún conserva la esperanza.

Será por eso que la esperanza es lo último que se pierde…


Autor: Andrew LeMarek



Saber más: "Introducción a la Filosofía Analítica", Tugendhat, Ernst


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De nuevo sean bienvenidos

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Las Mil y Una Culturas renace de sus cenizas. Como si de un Ave Fénix se tratase, este blog vuelve aún si cabe con más fuerza que su antecesor. Del caótico enjambre de historietas y pinceladas nocturnas del anterior blog ha surgido un nuevo orden. Un nuevo Mundo donde las Humanidades son una fuente inagotable del saber.

Cuenta el poeta Hesíodo, en su Teogonía, que en primer lugar existió el Caos...





Y que de Caos surgió la Noche y el Día. Y que después del Caos existieron Gea y Eros. Y que Gea no sólo parió a Urano (el cielo), sino también a Océano, Yapeto, Hiperión , Tea, Rea y una pléyade de dioses, y por último a Cronos.


Y así, del mismo modo que el poeta griego narra el surgimiento del Mundo, Las Mil y Una Culturas renace del caos para formarse en un orden. Un orden, caprichoso oxímoron, anárquico.

Pasen y descubran el nacimiento del Mundo...


Autor: Andrew LeMarek
Imagen: Tolnay



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Upupa Epops, por Manuel Cruz

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Enviado por Manuel Cruz, Paparazzi Bichero

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Fuego, LeMarek


Verterse del todo en el recipiente de la situación y rebosar de tanto añadirse. Escapar de la graciosa angustia con un poco más de ella. Derramarse por el exterior y mirar a través del prisma cuando pasa y pasa el tiempo…Formas de hacerse esclavo del sentimiento, formas de emanciparse de ellos…Con un poco más de tristeza escapas de la melancolía y quedas en manos del vacío de no sentir en absoluto, con un poco más de júbilo vislumbras el final de una agradable sonrisa y quedan ocultas todas las razones que te hicieron arquear los labios. Con una sola bocanada más de soledad llegas al final del pacto entre tú y el tedio creyendo ser el hombre más rodeado del mundo. Un beso más y congelas la situación…un beso más y el amor empieza a parecer un contrato. La delgada línea de la satisfacción y el hastío…separada por el mismo ingrediente…por un poco más de ello. Quizás nuestra muerte se deba al deseo de vivir con tanto aprecio…quizás nuestra muerte llegue antes debido a la curiosidad de no tenerla presente. Es la llama más ardiente la que se consume igualmente pronto, es la intención por respirar todo el aire del mundo la que hace que asfixiemos…son las ganas de soñar las que nos despiertan antes en la madrugada, débiles y susceptibles. Es el hombre que más siente el que se dirige antes a su fin, abarcándolo todo y apenado de que su cuerpo no remedie el poco espacio que dedica al deleite.


Escrito por Sergio

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Cambios...

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Habréis notado que el diseño del blog deja mucho que desear en estos momentos. Estamos dándole un lavado de cara al blog, con el objeto de empezar una nueva etapa, depurando los contenidos de Las Mil y Una Culturas, añadiendo nuevos enlaces interesantes y tratar de crear una red de pequeños grandes artistas...

Los artículos, fotografías, relatos... no se verán afectados (esperemos) por los cambios que se producirán.

¡Hasta pronto!

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Caballeros maltratados

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Sal, pequeña grandeza
que te muestras innoble,
innoble pues sin nobleza
ni entereza te escondes.

Entra, crepúsculo ajado
sin virtud mas con pecado,
pecado sólo de haber estado,
sin quererlo, encadenado.

Sal, miserable estampa
del tormento del guerrero,
guerrero de sucia espada
y caballo sin aliento.

Entra, noche de tinieblas,
y arropa con tu voz mi llanto;
llanto que por su belleza
vuelve loco al cortesano.

Decidme, oh señores del ocaso:
¿acaso no mienten las virtudes
y engañan los modales refinados?

Responderéis abochornados:
sólo quisimos escapar de lo que fuimos;
esclavos sin cadenas, amantes maltratados
.



LeMarek
. Barcelona, 2008

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Exclamación

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Exclamación, Andrew LeMarek
Panorámica del río Ródano a su paso por Arlés (Francia)

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La inspiración es pura y mera casualidad, por Sergio

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Hablar de la inspiración no es de lo mejor que puedo hacer. Quizás debamos recordar todos un momento en el que nos sentimos inspirados y a partir de ahí crear una escenificación propia para describirlo. Por ejemplo, según el diccionario, la inspiración resulta del singular y eficaz estímulo que provoca en el artista la producción de algo como casi sin esfuerzo. Como algo que no se ha pensado y que encaja a la perfección en el momento, el sitio y la mente adecuada. Para el sujeto inspirado, todo su alrededor goza de inercia; y confunde la belleza con la subjetividad de la suya propia. Por un instante experimenta la visión general y bilateral de los colores, las palabras, los movimientos, etc. sin una ética reguladora que le haga pensar que se ha equivocado, que ha proyectado mal la parábola. De todos modos, la inspiración no pervive eternamente, ni tan solo existe más de una semana, un día, unas horas, unos segundos…de todos modos, la inspiración previa e inicial hace que el resto de la ejecución parezca una genialidad. De hecho, puede que así sea para el resto de personas que observen, escuchen o lean una obra producida con un cierto ápice de inspiración. De otro lado está el objeto digno de la praxis inspiradora. Bien un llano de verde pasto, bien un árido y ondulante desierto, bien un desgarrador poema…son herramientas que provocan, y a la vez potencian, la calidad con que el artista inicia, con maestría, su obra. Pero no en la mayoría de casos la inspiración la produce una herramienta externa. En este caso, habría que hacer una diferenciación del término. Nos encontramos a veces con la inspiración externa del sol, del cielo, del olor a azahar, de un rostro, de una conversación, etc. También pueden funcionar en ese ámbito una canción, una escena cinematográfica, un título; o el mismísimo párrafo de una novela ya publicada. Son útiles cuyo majestuoso poder solo captan las mentes menos aburridas. Pero ya nos hemos referido a ellos como provocadores y potenciadores de un estímulo que por sí solo existe, eso sí en consonancia con algún elemento del exterior donde se materializaría, pues sino habría de llamarse sentimiento. De hecho, la inspiración es un sentimiento que necesita ser contado; y que hasta no hacerlo no se realiza y por lo tanto no existe tal y como ha sido creado, con toda su fuerza y magnitud. Pero…está en nosotros, en todas nuestras cabezas, en nuestras manos. Necesitada de un espejo que compatibilice lo que hay dentro y lo que hay fuera, la esencia y la apariencia. Pero sólo por unos segundos…Sólo por unos segundos se unen y uno no se siente aturdido por el impacto de la realidad apática. Quizás por ello la inspiración es pura y mera casualidad.


La inspiración innata, como acto que llega a ser potencia. Es la calidad de toda una relación de objetos y sentidos en el interior del mismo sujeto. Por ejemplo, el artista ya consagrado no puede inspirarse, sencillamente porque él mismo y su manera de expresarse son la inspiración en potencia; y en todo caso funcionan como objetos inspiradores, por ello mismo son Artistas. De hecho, es su ventaja: saber captar, focalizar y expresar su sentimiento. Cuando alguien habla sobre su falta de inspiración, no es ésta la que escasea, sino el sentimiento de poder contarla, divinizarla y materializarla, siendo ésta última la única prueba de que existe. Puede que se le llame inspiración a ese arrebato de virtuosidad que genera cosas sin esfuerzo. Pero no siempre la inspiración implica calidad. Es innegable que un artista del rango de Miguel Ángel, Dalí o Van Gogh (por citar algunos) ejecute con maestría una obra. Es innegable que estén bien hechas, pero es discutible su universalidad como fruto de la pasión de todo el género humano. Igualmente William Blake, Caspar David Friedrich o Gustave Moureau pudieron estar equiparablemente inspirados, pero no por ello sus obras se corresponden con el significado de belleza de otras. Así, no tiene por qué implicar la necesaria calidad que uno imagina cuando se le dice “estoy inspirado”. De este modo ¿Se podría decir que todo el género humano está inspirado, o que tiene la capacidad para ello? Bien podríamos decir que sí. Es cierto que no todos estamos inspirados, porque aludiendo a lo anterior no es algo latente y duradero, pero en algún momento los más hábiles hemos tenido la oportunidad de sentirlo, de saborear el placer y el regocijo que nos brinda el hacer cosas con la más absoluta certeza de que existen. La inspiración es ese flujo que acude sin haberlo buscado y que desaparece sin haberlo deseado, dejando en manos de la subjetividad su consenso.


Escrito por Sergio.
Sevilla, marzo 2008


"Hay diferentes tipos de imitaciones:
A algunos artistas les empuja la necesidad,
la falta de talento. Creen que resucitan
su propia llama en la obra de arte y a eso
lo llaman inspirarse".
Joseph Anton Koch.

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Mis huesos, por Sergio

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Escalera al cielo, Andrew LeMarek


Mis huesos irán a parar a una caja de pino acolchada, cerrados en la oscuridad serán guiados por los hombros de mis amigos hasta el fuego. Habiendo bebido anteriormente de una botella de “bourbon“, en mi honor harán tragar el licor hasta sus vientres. En la más estricta intimidad cada uno de ellos me hará réquiem en su memoria. Horas después de mi transición se reunirán todos en torno a una mesa, quizás en alguna casa, quizás en la mía, quizás en un bar. Cada uno de ellos habrá jurado. Que en compañía suya he pernoctado, que el alcohol y el humo regaron por igual nuestras mentes, su más querida suerte fue la mía, la de los míos, que en su tiempo libre fui ocupante de su pasado y como tal les pertenezco. Habré sido como el perro que ha comido de las sobras, que digiere la misma carne que su amo.



“¿Porqué pedirle a otro que mate un caballo que es tuyo?”



Autor: Sergio

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No te consumas

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Ecolocal y El Enjambre sin Reina nos vuelven a invitar a sus jornadas de convivencia. En esta ocasión, No te consumas nos propone diferentes actividades para aprender a reducir el consumo energético y de agua en nuestras casas, en una clara apuesta por la protección del medio ambiente.


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El atardecer de los Omeya

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El atardecer de los Omeya, Manuel Aguilar



Manolo nos manda esta preciosa fotografia tomada hace unos meses en Córdoba.

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¿Por qué conducimos por la derecha?

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A pesar de que a los europeos continentales nos choca que los británicos y los ciudadanos de otros estados circulen por la izquierda, todo parece indicar que en el pasado ésta era la convención más extendida por todo el mundo.

De hecho, algunos inicios apuntas a que ya en la época romana los carros circulaban por la izquierda en las calzadas del imperio, costumbre que perduraría durante toda la Edad Media. La explicación que se ha dado es que, como la mayoría somos diestros y en aquella época era habitual ir armando, la gente prefería dejar pasar al que venía de frente por su derecha, por si fuera necesario hacer uso de la espada.

En el siglo XVIII dos factores, uno económico y otro político, contribuyeron decisivamente al cambio. Por un lado, el de la proliferación de grandes carruajes para el transporte de mercaderías tirados por parejas de caballos en los Estados Unidos y en Francia. Como estos carruajes no disponían de asiento para el conductor, éste montaba en el último caballo situado a la izquierda, mientras la mano derecha le quedaba libre para el látigo que le permitía azotar al conjunto de caballos. Colocado así era normal querer ver a los vehículos que venían de cara circulando por la izquierda. Por otra parte, el hecho de que en la Revolución Francesa acabara con la costumbre de circular por la izquierda, una deferencia reservada hasta entonces a la aristocracia. Las invasiones napoleónicas extendieron esta norma a los países ocupados, norma que no fue aceptada por los países que resistieron a esta expansión, como el imperio Austrohúgaro, Gran Bretaña y Portugal.

En 1835 se estableció la obligación de circular por la izquierda en todo el Imperio Británico – excepto Egipto, país conquistado anteriormente por Napoleón -, a pesar de que el resto de países de Europa y América se inclinaban progresivamente por la conducción por la derecha. Este cambio comportó situaciones curiosas, como por ejemplo que en la Columbia británica y otros territorios anglófonos de Canadá se circulara por la izquierda hasta la Segunda Guerra Mundial, mientras que en Québec se circulaba por la derecha.



Sàpiens, noviembre del 2005
Educahistoria web. Fecha de publicación: 10 Dec 2005

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Quizás otro día

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Foto: "Luz", Manolín


Postrado en su sillón, esperando que alguien le invite a salir de su incómodo caparazón de amargura y sinsabor; víctima del tormento de la pasada guerra de desamor que en su día se convirtió en su fiel compañero de torturas. Con aspecto desaliñado y repelente, algo cansado por noches enteras sin conciliar el sueño, de días malditos tumbado en su viejo sillón de eskay, su viejo sillón azul. Pero los días pasan…

Atormentado, al borde de la locura; rodeado de cajetillas de tabaco vacías, de los restos de alcohol de noches tristes y aciagas, esperando quizás poder encontrar algo de alivio y compasión en el color verde de la botella de Cutty Shark. Pero la barba crece y su ausencia no es observada por nadie, ni vecinos, ni familiares… El teléfono no suena. Su maldita previsión está cumpliéndose, sigue solo en casa. “Una casa demasiado grande para una sola persona”, se dice a sí mismo, mientras enciende otro cigarrillo.

Hunde sus manos en su desgreñado cabello, se lamenta por no salir a buscarla, pero la cruel espada de la inseguridad no lo permite. Y siente un dolor intenso que no hace sino aumentar su agonía. Y el teléfono no suena…

El tabaco se acaba; lento va abriendo otra botella verde de alcohol: parece al fin haber encontrado un amigo fiel. Pero lo devora. Vuelta a la desesperación. “Quizá otro día”, piensa.

Pero son muchos los otros días que pasan. Sus ojos cada vez enloquecen más a la ventana, buscando un utópico indicio de su futura libertad. Sin embargo, aquel incómodo sillón es lo único a quien mostrar su desesperanza. Se retuerce en él, se tira del largo pelo, algún cabezazo suena en la pared como la señal de ejecución del sangriento verdugo. Quizás el último puñetazo haya colmado sus ansias de vivir, de disfrutar…

Su última visión fue ella, la fotografía, cruel y perversa como el tirano que inicia la guerra. Respiró hondo, suspiró y soltó la última lágrima que aún le quedaba. “Este último llanto no se lo merece; lloraré mi muerte”.

No pudo celebrarse el entierro, llevaba ya varias semanas inerte cuando lo encontraron. Nadie se molestó por ello. Ella tampoco.



Andrew LeMarek, fecha incierta.
Acabo de rescatar de mi baúl literario esta anécdota que da buena fe de mis primeros días inventando maneras de escribir. Allá por el año 2000, una joven de ojos azules me incitó a no abandonar esta afición que hoy día ocupa gran parte de mi tiempo libre. Por eso, aunque esta historia nada tiene que ver con ella, quise recordarla tal día como hoy.

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Afinando las cuerdas del trigo

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Hola amig@s:

Ya mismo tenemos aquí otra vez a los aguiluchos cenizos, veremos a ver como se dan este año, ya que el año pasado me dejaban demasiados descansos, los cuales dedicaba a aburrirme y a ametrallar (fotográficamente) a este conejo mientras se comía las hojas del trigo. Menos mal que el dueño no lo sabe, si no me hubiera echado una bronca por no espantarlo, jejeje. Este día se me paró el macho de cenizo a 1 metro y medio del hide, joder que chiquito es cuando cierra las alas :D A ver si os gusta. Un saludo.

Manolín.


Afinando las cuerdas del trigo, Manolín



Canon EOS 30D + empuñadura Canon BG-E2.
Tamron SP AF 200-500mm f/5-6.3 Di LD
(IF), en 383 mm.
Hide y redes de camuflaje.
Manfrotto 190DB con rótula
484 RC2.
Prioridad al diafragma, 1/500, f/8, ISO 400.
Subexpuesta 1
paso.
Encuadre original.



Manuel Cruz, Fotógrafo de la Naturaleza

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Eduardo Galeano, "Patas Arriba"

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PUNTOS DE VISTA/2



Desde el punto de vista del sur, el verano del norte es invierno.

Desde el punto de vista de una lombriz, un plato de espaguetis es una orgía.

Donde los hindúes ven una vaca sagrada, otros ven una gran hamburguesa.

Desde el punto de vista de Hipócrates, Galeno, Maimónides y Paracelso, existía una enfermedad llamada indigestión, pero no existía una enfermedad llamada hambre.

Desde el punto de vista de sus vecinos del pueblo de Cardona, el Toto Zaugg, que andaba con la misma ropa en verano y en invierno, era un hombre admirable:

—El Toto nunca tiene frío —decían.

El no decía nada. Frío tenía, pero no tenía abrigo.


Extracto del libro Patas Arriba: La Escuela del Mundo al Revés, de Eduardo Galeano. Ediciones Siglo Veintiuno.

Un libro de obligada lectur para cualquiera que no se conforme con lo impuesto.

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Tan humano como el silencio...por Sergio

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La Noche Estrellada, Van Gogh


Hay luz afuera…llega hasta el borde de mi cama, de manera que veo mis pies al final. El haz de la luna atraviesa mi habitación, un haz estrecho, más si cabe por los barrotes que obstaculizan el vano de la ventana… la única que hay. No recuerdo si llevo mucho tiempo en vela. Bebo un trago de agua y sentado en el filo de mi cama hago un esfuerzo por escuchar la vida. Grillos que ensordecen los oídos de tantos y violan la pesadez de otros. El silencio al fondo… el silencio te hace humano…casi pienso que no debería existir. Sin embargo, siento que es lo único en esta vida que te invierte para que seas tú.

En otras circunstancias me costaría acercarme a la ventana de mi habitación, pero hoy no hay circunstancias…y si la hay… lleva siendo la misma desde que llegué, de modo que soporto la contradicción y respiro hondo, una bocanada de aire fresco que al entrar en mis pulmones se mezcla con el calor que mantiene vivo mi odio, mi pesar y al suspirar se vuelve un elemento inerte más de esta celda. De este modo, lo único que me hace estar vivo es el silencio de afuera. Ahora sé porqué me apoyo en el alfeizar de la ventana del salón todas las noches de verano que me encuentro en casa. Es el silencio el que te hace sentir humano. Aunque… si no fuera por el frescor de esta noche y por el tenue color que invade lo que sólo la luna y aquella farola iluminan, mi humanidad no sería la misma. Sería una especie de animal ansioso, embaucado en una espiral de pensamientos sin el juicio de la vista y el olfato. Por instantes me mezo con la brisa, salgo de la celda y piso la hierba descalzo, sintiendo el cosquilleo de las largas briznas en mis piernas…incluso se eriza el vello de mi piel al sentir el roce de la delicada madrugada contra mi espalda húmeda. Tengo que cruzar los brazos sobre mi torso, con las manos a la altura de los bíceps, acariciándolos…me fundí con la sombra, la noche me hizo una vez más brisa, me hizo de todos el silencio, me hizo grillo, etérea luz y tiempo. Mi cuerpo funciona al igual que los orificios de un instrumento de viento y entona la exacta sinfonía, entona el susurro de la libertad y mi corazón agitado vuelca su grito como una honda percusión, como el sonido de un tambor en la abismal profundidad del océano. Danzan todos los recuerdos, se invitan unos a otros… Si podemos sentirnos libres tan sólo unos instantes, quizás podamos conseguirlo para toda la vida. ¿Cómo no puede el hombre sentir toda esta fuerza tronando, dejando caer sobre la humanidad la ineludible decisión de sentirse parte del mundo?...



Elegimos no formar parte del mundo en el mismo momento que escogemos el camino equivocado, en el mismo momento que obviamos la parte de mar, tierra y aire que compartimos…el momento en que hacemos daño desde la pequeñez como letal aguijón. Dame una razón para ello, dame sólo una razón por la que el hombre despierte sólo, por la que desprecie el amor y se vea obligado al peligro de no sentirse vivo como yo. Para cuando la humanidad muera, seremos el silencio…el mismo que me llevó a sentirme brisa esta noche… para entonces, todos padecerán felices, pues sentirán con gran énfasis por última vez en esta vida, que mejor parte del mundo que individualmente aislado de él.


Autor: Sergio

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Placer de dolor

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Fotografía: Javier Vallas
www.javiervallas.es




Es el desgaste
el que empuja mis piernas,
es el viento que las mueve,
el que conduce mis pasos
al último tren sin destino.
Los raíles no aguantarán
tanto peso, se partirán.
Las magras enjutas,
curadas por el olor de la calle,
endurecidas ante la desventura,
solidifican la endeblez
de este jodido talle. Y será
el fulgor mi combustible, y será
la muerte el final. Todo
empezará de nuevo cuando
no se pueda respirar.
El rayo ha entrado por la ventana
y va a ser difícil ke salga.
Malditas ideas de borrachera,
suerte de pensamientos incomprendidos,
los que han traído akí tus celos,
tus miedos, la ira.


Joe Eztrummer
Enero 2008

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Nuevas Semillas

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Hola amig@s:

Esta es una de las fotos que más me han enseñado. Era la primera vez que conseguía algo dentro de un hide y eso marcó un antes y un después en mi forma de hacer fotos. Antes lo tiraba todo en JPG, no sabía muy bien lo que era eso del RAW, y aunque no fue precisamente en aquel primero de mayo de 2005 cuando empecé en esto de la fotografía (la verdad es que no hace tanto tiempo), ciertamente fue desde entonces cuando empecé más en serio con esta afición y tuve claro que era lo que realmente me gustaba. Antes apenas hacía trabajos previos de observación ni nada, este posadero quedaba muy cerca de un camino que había recorrido en varias ocasiones, y cada vez que pasaba por aquí veía salir unos cuantos abejarucos de una rama alta, así que me dije: “¿y por qué no intentarlo?” Cogí el hide y lo puse pegadito a un olivo cercano, y para que se viera menos le puse las redes de camuflaje pensando en que los abejarucos lo verían y se asustarían. Fuera hacía una temperatura muy agradable, no sé si llegaría a 30º, pero cuando me metí dentro lo primero que me impresionó fue el intenso calor, a pesar de que puse el hide en la sombra (es un pequeño defectillo que tienen los cacharrillos estos, al tener el techo tan bajo te llega todo el calor a la cabeza, aparte su reducido tamaño hace que actúe de la misma forma que lo hace un invernadero). Como no me lo había preparado bien, el posadero me quedaba demasiado alto, tenía que inclinar la cámara casi 45º y encima el único fondo que tenía era el cielo, pero es que para colmo estaba ligeramente nublado y sólo salía un tímido sol de vez en cuando. Me alegré bastante cuando a los pocos minutos se posó uno de nuestros amigos en la rama. Era la primera vez que tenía un abejaruco tan cerca. La sesión transcurrió con normalidad hasta que apareció un segundo abejaruco, uno de ellos se inclinó un poco, el otro se subió encima, y bueno, se pusieron a hacer esto, jejeje. Espero que os guste. Un saludo.


Manolín.


Canon EOS 300D + empuñadura Canon BG-E1.
Tamron 70-300 f/4-5.6 AF Macro 1:2, en 300 mm.
Manfrotto 190DB con rótula 484 RC2.
Hide y redes de camuflaje.
Prioridad al diafragma (creo recordar), 1/800, f/10, ISO 400.
Encuadre original.



Manuel Cruz, "Manolín"
Fotógrafo de la naturaleza
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El Club de la Lucha

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Hay un sitio, un lugar, una sensación, hay algo que pescar. ¿Será el futuro? No hay futuro. La vida es una sucesión cíclica de apagar y encender la luz. Hay días en que todo parece oscuro. Hay días en que es mejor no levantar la persiana porque la lucidez no permite ver las cosas con claridad. La confusión llega a todos lados: un médico que salva a un testigo de jehová contra sus creencias, el campesino que pide un préstamo al banco para comprar una agria creyendo que el fruto de su esfuerzo se verá recompensado, el preso que se ahorca, la puta que sangra. Todos ellos tienen en común la esperanza del cambio. Del cambio radical en sus vidas. El lado malo, el bueno, el de enmedio. Todos escogen su camino sabiendo lo que "quieren", a lo que han sido inducidos u obligados desde el nacimiento. Todos apagan y encienden la luz de sus vidas mecánicamente.

El médico elige salvar la vida, reanima vegetales, y ni siquiera él se cree sus consejos, ni siquiera los practica, se siente culpable por administrar veinte miligramos de valium a alguien que tien dudas sobre sí mismo, a cualquier enfermo sin enfermedad, de esos que plagan las aceras de la cobardía; pero necesita mantener su vida, sentirse satisfecho ante el televisor cuando llega a casa, obviar a su familia o a la sociedad -a cualquiera hay que conseguir obviar, porque si no es así comienzan los remordimientos-, hacer como que lucha.

El campesino intenta mantener la tierra que labra limpia, sin impurezas humanas, extrayendo de ella los frutos que tanto trabajo han requerido, recordando los surcos que el sol hacía cicatrizar en la frente de sus padres mientras acarreaban las cestas hasta los mulos. Oliendo a mierda. Así, luchando y sufriendo cada día por sus tierras -las que trabaja-, su sangre se envenena cuando el fruto que realmente recibe es un miserable jornal y no la vida; la que le daría el ser dueño de su destino sin depender del valor monetario del trabajo. Porque el valor monetario del trabajo y el producto de ese trabajo es lo que fulmina su lucha, vendiendo y comprando cachos de vida, cachos de tierra, sin darse cuenta que la tierra es solo una y él mismo con ella.

El preso no entiende de leyes, sólo entiende los golpes. Solamente le vale sobrevivir día a día. Le convencen a base de hostias de que la solución es ser una pared. Le convence su abogado para que confíe en él, para que confíe en el sistema y en las reglas de juego que la vida le ha llevado a desechar. Y confía. Y juega. Y pierde el juego, porque al salir, si sale, se da cuenta de que no se respeta ni respeta lo demás, ni siquiera le respetan a él , aunque luche, aunque sangre, su vida se convierte en un estoico devenir sin preguntas ni respuestas, sin los objetivos del médico o el campesino, porque su corazón sigue en la celda, o quizás es su cuerpo entero el que pende de una soga dentro de la celda.

La puta es puta y ya está. Vende su carne por necesidad o placer y asunto resuelto. Vaga de un lado a otro, o tiene su punto fijo de compraventa de amor y allí pasa sus días, en una esquina de el arenal o en el bungalow hediondo de Shangai, comparte un tazón de arroz con cuatro de sus hacinadas hermanas, tiene dos hijas y es adicta al pegamento, enseña sus pechos a un misógeno que primero la jode y después la mata. Y desde su tumba es capaz de ver como avanza el tiempo gracias al sabor del dinero y la fuerza. Pero ella no pertenece al club de la lucha en el que nos han encerrado. Ella no puede luchar porque no existe. Las putas no viven, sólo sangran, y de eso nadie se acuerda.


Joe Eztrummer
Dekadencia Sonora
Montilla, 2007

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Morir en Lacandona (fragmento)

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Aquí tenéis una pequeña muestra de la historia que estoy escribiendo. Trata sobre el levantamiento zapatista en México el primero de enero de 1994. Morir enLacandona, que se llama la novela, tiene las expectativas de estar concluida alo largo de 2008. De momento, os dejo un corto capítulo de los primeros compasesdel relato.



Comienza todo…



Salté del viejo camión aún aturdido por la manera en que todo había ocurrido. Apenas nos dio tiempo a recoger los enseres de la cena, aunque algunos de los que se quedaron prometían encargarse del resto. Me seguía molestando ese maldito dolor en el tobillo. Empezaba a pensar que no estaba bien tratado. Esas hierbas… el picor llegaba a hacerse insoportable.

Al bajar a la calle me impresionó aún más la visión que tenía de los guerrilleros. Todos ataviados con ese pasamontañas enrojecido, alzando las escopetas y desalojando poco a poco aquel edificio, parecían un potente ejército de hormigas dispuestas a hacerse con su particular banquete. A mi lado paso un grupo de jóvenes claramente ebrios. Asustados al ver las armas, salieron corriendo sin pronunciar un solo grito. Supuse que se acercaron pensando que se trataba de una celebración desfasada, y la sorpresa no les agradó tanto como para quedarse. Nada más darme cuenta que no había podido disimular la sonrisa al ver la reacción de los jóvenes, uno de aquellos guerrilleros me vio y avanzó hacia mí, gritando a un compañero algo que no pude llegar a entender. En sus ojos observé un brillo de satisfacción, y me agarró del brazo.


-Sabía que acudirías, amigo. Te necesitamos para que entregues esto- En seguida supe que era Marcos. De hecho, era de los pocos que se dirigía a mí. Su capacidad para hablar castellano era sin duda una ayuda innegable para ello.

-Aún no estoy del todo seguro, Sup- No lo estaba, en serio. Me temblaban las manos cuando agarré por primera vez aquel comunicado-.

-¡Venga, cagón! ¿Ya viste a Avendaño por aquí?

-No, aún no lo he visto. Acabo de llegar…

Pero no lo veía. El periodista Amado estaría celebrando la última noche del año con su familia, sin duda ajeno a todo aquel jolgorio que se estada librando a pocos centenares de metros de su casa. Decidí llamarle por teléfono. En mi última visita, su hijo me dio el número por si alguna vez necesitaba comunicarles algo. Y ahora lo necesitaba con fuerza…

La cabina de teléfonos más cercana estaba a dos calles de la plaza en que me encontraba. A mitad de camino, mientras guardaba el documento que me habían dado poco antes, oí un galopar de pasos tras mi sombra. Me giré rápidamente, asustado, y vi a un guerrillero correr hacia mí con un fusil entre las dos manos. A menos de dos metros, se paró en seco, me miró a los ojos y, con un pausado gesto, me señaló hacia el camión que me había llevado hasta San Cristóbal de las Casas. Marcos portaba un abultado cajón que había descargado, me miró y alzó el pulgar en gesto de asentimiento. –Jamás pensé que necesitaría escolta- pensé mientras palpaba el hombro de mi ángel de la guarda.

-Amado, soy Lamboa. Perdona las horas, es importante.

-Estaba despierto, Lamboa. Me ha llamado Mercedes hace unos minutos. Presiento lo que has venido a contarme…

-Acuda a la plaza, Amado. Quizá esto le interese como periodista. Los indígenas han tomado el control de…

-¿Así que está pasando de veras? Mercedes tenía razón. Puto, que no la creía… Voy enseguida. Gracias, José Anto…- Se oyó el sonido metálico que anunciaba el fin de la llamada, y caí en la cuenta de que la moneda que había usado para llamar era de menor valor de lo que pensé en principio.

En fin- pensé- ha entendido el mensaje. No tardará en llegar…




Andrew LeMarek. Barcelona, 2007

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