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Naufragio inverso, por Sergio

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Naufragio, Andrew LeMarek


No se qué decirte. No se expresarme después de esto. Ahora me doy cuenta de lo difícil que resulta estar sin ti. Eres una buena persona y eso alivia mi propuesta. El caso es que se ha terminado; y tendré que buscar una manera para pensar en ti como una más en este mundo. No salgo de mi asombro, casi a los 25 años debo aprender a vivir. De todas las cosas de este mundo odio hacer esto. La facilidad con la que escribo sobre cualquier cosa del mundo ahora multiplica su dificultad por un número que no alcanza mi mente a conocer. ¿Cómo explicar la infinitud desde una vida finita? No hay respuesta; y tampoco quiero que pienses más de lo normal si soy yo el que piensa demasiado. No me alargaré mucho, pues la ausencia no deja lugar al dolor. Es como tener la mente llena de vacío, te agota sentirte levitar…Si tuviese que medir el peso de mi cuerpo, ni el mismo globo terráqueo abarca tanta magnitud…o sería como una pluma en una balanza insensible a la presión minúscula. Por una parte absolutamente lleno, por otra terriblemente vacío…daría miedo pasear por mi caja toráxico, serpentear mi escarpada columna.

¡Basta!. Fue un placer sentirme inspirado en cada carta que te mandaba, pues igualmente lleno de alegría me encontraba. Fue un placer entablar con tus labios la conversación más ardiente…fue un placer conocer ese rincón del mundo. De nuevo… ¡Basta! Marcharse de este lugar sin querer guardar un recuerdo del mundo sobrante. Y no puedo, no puedo…no puedo explicarlo. Pensé que esta sería la carta más profunda que escribiría, la más compleja…en algún sentido, la más bonita…y soy un ser insignificante si pretendo comparar mi lenguaje con el de mis adentros. Pensé que no habría ninguna como esta; y sin embargo me encuentro aquí lleno por dentro y reflejando vacío por fuera.

Esta es la carta que pensé que me abatiría, la que pensé que me llevaría a dejar la escritura porque no habría creación más en consonancia con mis sentimientos…aún así tendré que escribir durante toda mi vida, pues no hay cuerpo físico en el mundo capaz de perecer teniendo la sensación de no haber abarcado la frase propuesta, la idea, el concepto…Pensé que esto me llevaría a dejar mis armas, que guardaría mi escudo lejos, que tardaría mucho tiempo en recuperar la formación para la guerra. Aún así la batalla se hace presente; y los soldados se mueven nerviosos esperando a su enemigo, sin saber donde se encuentra, pero a sabiendas de que lejos pero cerca, pasivo pero dañino. Van cayendo uno a uno, sin darles tiempo de avisar a sus familias, pero combaten.

Pensé que esto me haría retirarme de la poesía larga, pensé que ya no querría gastar más fuerzas en algo ingrato como es mi suerte y mi destino. Sin embargo, aquí me encuentro, escribiendo la carta más importante de mi vida, pero sin poder hacerlo. Aquí me encuentro, la carta más fea y poco precisa por intentar decirte que siempre te he amado, por intentar amarte todavía, por intentar describir la grandeza de ese cuerpo. Aquí me encuentro escribiendo la carta menos extensa…la última. La más fuerte en significado…y la más débil en sutileza. Aquí y ahora, intentando reflejar en una frase lo bonito que fue estar contigo.

Sencillamente fenomenal; y como nunca podré volver a decírtelo al oído la última palabra que quiero dedicarte por escrito es: Te quiero.


Sergio

11 comentarios:

Laura dijo...

sergio, la poesía desaparece cuando las ausencias se hacen con todo. No es cierto que la ausencia no deje lugar al dolor. Bien al contrario, la ausencia lo magnifica todo como si cada cosa fuera la más triste, la última, la que más daña, y duele moverse y duele respirar y duele sorber cada trago de agua, como si realmente se estuvieran tragando piedras.
No es la carta más fea, ni la menos poética, ni la más corta. Es la mejor carta, aquella en la que demuestras las debilidades, aquélla en la que te sabes inútil, porque la inutilidad de las palabras se hace palpable cuanto mayor es el sentimiento, y contra eso no hay nada más. Por eso la poesía nace cuando todo pasa, por eso se escribe mejor cuando se olvida, porque todo queda lejos y no es el corazón quien escribe, sino la mente.
No quiero dejarte ninguna verdad, pues no poseo ni una sola, pero sí que te quede claro que esta carta, ficticia o verdadera, es la más certera, la mejor, es única -por incapaz, por inútil, por imposible-

un beso

Laura dijo...

saludos y besos para ti andrew. te mandaré las fotos del concierto de silvio en cuanto las baje de la cámara. estuvo genial, ya te contaré con calma.

LP dijo...

Sergio, no sé si es la mejor ni la peor carta que has escrito nunca, no sé si descansarás o seguirás en el camino....pero al leerte esta mañana una lagrimita que ha salido del corazón me ha subido hasta mi alma.
Tengo que pensar,iré hasta el mar..

Andrew LeMarek dijo...

En realidad, cuando Serio me mostró su carta no dudé en que debía mostrarla al Mundo. Tan sincera...

Sergio, ese empezar con "No sé qué decirte" para acabar con un "Te quiero" sólo me hizo pensar que, realmente, sí sabías qué decirle, si bien quizá desconocías la manera. Sigue aprendiendo a vivir. Todos hemos de hacerlo día a día. La vida es una carrera de obstáculos que en cualquier momento desaprecen y te muestran el camino a la tranquilidad, a la felicidad... aunque ya dijimos que la felicidad era difíclmente descriptible.

Lau, espero impaciente las fotos de ese concierto. Seguro que estuvo realmente genial.

LP, disfruta el mar. Piensa en lo efímero de la vida de una ola. Nace mar adentro, se va haciendo fuerte en su viaje, demostrando su grandeza alzándose por encima de otras olas, por intentar ser la primera en llegar a tierra, la más hermosa, la más altanera. Pero todos sabemos que, por muy bonita y alta y fuerte que sea esa ola, siempre tendrá otra detrás dispuesta a engullirla. Una ola está destinada a morir a manos de otra ola.
No sé si esto tendrá algún tipo de moraleja... Lo cierto es que hace tiempo escribí algo así, y me apetecía escribirlo de nuevo. Jeje.

¡Un abrazo!

LP dijo...

he vuelto ya del mar...Andrew :todas las olas saben que antes de deshacerse llegarán a la arena de la orilla. Sí, creo que tiene moraleja!! Gracias.

Laura dijo...

las olas no mueren, chicos, más bien, no paran de renacer. No se acaban cuando llegan a la orilla y se desmenuzan en espuma. Al contrario, se desparraman para volver a contraerse aún más firmes, tal vez más grandes. Cada ola es la víspera inevitable de sí misma el segundo siguiente. Ellas son siempre las mismas y siempre distintas, igual que el mar siempre es el mismo mar aunque no lo sea.
Y si esto que digo tiene o no moraleja, poco importa. besos

Sergio dijo...

Antes de nada: volví a accionar la pestaña de favoritos para acceder a este maravilloso blog que Andrew había creado y ha sido una gran sorpresa ver 6 comentarios en esto del Naufragio Inverso. Otra cosa, yo casi nunca pongo títulos a las cosas. Le debo a Andrew el hacerle justicia a mis textos con unas pocas palabras de cabecera. Cuando veo ésos títulos pienso que realmente ha captado la idea, por muy débil que yo la ofrezca. Antes de seguir: gracias a Lau, a lp, a Andrew.

Con lo de "la ausencia no deja lugar al dolor" quería reflejar lo que luego intento: Es tan grande esa ausencia, ese vacío, ese sentimiento desconocido que no cabe más que ausencia en mí. Ninguna otra cosa capaz de hacerme escribir. Y sí, llevas razón Lau...pero siento decirte que para mí es la carta más penosa que he escrito...y lo más penoso de todo es que tiene un destinatario que la recibió. Es una larga historia en la cual amanezco todos los días. Una película de esas de trilogías...en la que aún no me se el guión. Sigo tapándome por la noche y pensando en ella, sigo...en fin...¿Qué voy a contaros a ustedes? Y bueno, a lp le deseo que esas olas y ese mar se fundan contigo, como digo emulando a Caspar David Friedrich: "tengo que abandonarme a lo que me rodea, unirme con las nubes y las rocas para ser lo que soy..." Y...en fin...Víctor, ya sabes lo que pasa con todo esto. Ya hablamos mucho sobre esto en nuestras correspondencias y siento decirte que poco han cambiado...que al final llego a casa solo y solo me siento.

Un fuertísimo abrazo para todos. Gracias y cuidaros.

Andrew LeMarek dijo...

Sergio, sabes que me encanta destripar un texto hasta buscarle un título. No sé si acertaré, pero lo cierto es que cuando lo encuentro me noto mucho más ligero, más tranquilo. Es una alegríq que me mandes esos cuentos sin nombre, para releerlos hasta encontrarte escribiéndolos.

Es cruel esa sensación que tienes al llegar a casa. Pero confía en mí... Escuchándote cuando hablamos te noto con fuerzas, que llegará el día en que tú mismo te des cuenta de ello.Ese día, espero que me llames para brindar. Estaré contigo...

Un abrazo.

Sergio dijo...

Y sabes que lo haré. Aunque despacio, pero me acerco cada vez más a mí. Un abrazo amigo. Cuídate mucho para que brindemos pronto.

Moradaa dijo...

No había leído todo esto hasta hoy. Nunca he participado en este blog, ni ningún otro. Sinceramente no se me da muy bien escribir, aunque me gusta leer lo que escriben los demás aquí. Llevo días en los que no paro de pensar y darle vueltas a la cabeza, la nostalgia me puede. Me controlo mucho para no hacer cosas que no debería hacer o que sé que no me convienen. No quiero, pero a veces si quiero. A veces desearía que nada hubiera pasado, ha veces desearía que si. Me cuesta mucho pasar una noche tras otra. Durante el día soy la persona más sonriente, mi madre dice que soy la sonrisa personificada, siempre estoy alegre. Pero no siempre es así. Por las noches, cuando todos duermen, no puedo dormir, pienso, recuerdo y me desahogo. Es muy difícil cambiar las cosas, sé que lo es y que no me conviene, pero la nostalgia y el recuerdo me matan cada noche. Todo ha dicho de repente, tajante, de pronto, de la noche a la mañana. Una no se acostumbra a cambiar de vida de este modo, y no será porque no lo he intentado. Pero a mí también me queda mucho por aprender. Yo no busqué esto, nunca lo quise y nunca deseare esta sensación a nadie. Estoy perdida. Derrumbaron un castillo que yo había construido, ladrillo a ladrillo, durante mucho tiempo, y ya no queda nada. Solo el buen recuerdo, el dolor y la impotencia. El dolor de todas las noches tirar el mono de peluche al suelo y dormir con un dragón. Yo también tengo que aprender a vivir día a día, aprender a conducir, aprender a caminar, a llamar por teléfono, a olvidar palabras que decía diariamente, a hacer de comer, a jugar al ordenador, a salir, a viajar, a vivir otra vida al fin y al cabo. Lo peor de todo esto, es la obligación de tener que hacerlo, pues como me digo a menudo “no me queda otra”. El recuerdo nunca se irá, solo quiero que me deje dormir con los ojos secos. Me encantaría dejar de pensar e ignorarlo todo, pero la nostalgia me puede. La nostalgia me hace escribir esto y quizás mandarlo, aunque puede que mañana me arrepienta.

Andrew LeMarek dijo...

Es muy bonito lo que dices, Moradaa.

En muchos momentos he esperado tu aparición por este blog, y sin duda has aparecido radiante. Tus palabras suenan fuerte. Sigue sonriendo, es la mejor de las terapias...

La nostalgia es un arma poderosa que debemos aprender a usar. Puede ser tremendamente satisfactoria. No olvides, pecar con el olvido es traicionar al pasado...y engañar al presente.

Espero que todo te vaya bien. Cuídate.

Un beso.