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Trenes, canciones y sueños

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El Grito, Eduard Munch


Como siempre, mis ideas y venidas a este gran texto que se construye sólo poco a poco. Pero ya no tenemos dieciséis años, y las semanas pasan cortas sin dejar un mínimo resquicio para poder disfrutar las horas como tales. Ahora son minutos…

Cuatro meses tras mi salida definitiva de Grenoble. Cuatro meses. Y sigo sin estar del todo hecho a mi vida aquí. Mi vida aquí, a veces sigo aquí viviendo, pasando los momentos y me parece que todo funciona, todo sigue como antes, como si yo aún no estuviera aquí y tan solo fueran mis ojos los que observan lo que sería mi vida sin mí. Pero yo ando por estos lugares… es una sensación rara de soledad. Soledad que se hace muy patente en grandes momentos de desgana personal, normalmente acompañados de miles de pequeños empujones que intentan moverme en una dirección, en la que manda el viento… en donde yo no soy capitán.

¿Quién sabe como moverse en cada situación? ¿Quién puede sacar el máximo partido a lo que tiene delante? El mundo que te rodea está en continuo cambio, en continua evolución, en muchos sentidos a la vez… y tú estás en medio, sin saber a donde mirar, cogiendo cosas de aquí, de allí, llevando de un sitio para otro experiencias, muchas de ellas sin sentido… algunas muchas veces sin realmente disfrutar lo que estás haciendo… otras, en cambio, recreándote sin parar en detalles ínfimos. Es lo hermoso de la vida, es lo bonito de soñar. Es hacer una realidad distinta a la que había, cogiendo los ingredientes de un pasado, de unos recuerdos, de muchos sueños.

Sueños que configuran un mundo. Porque el mundo está lleno de ciudadanos. Ciudadanos con sus pequeños sueños, y muchos de ellos se cumplen día a día. Configuran el mundo. Todos buscamos algo, aunque no sepamos llamarlo por su nombre, y un día, se cumple. Hace que cambies, que todo cambie, que aumente la felicidad, aunque sea por un instante. El mundo que vemos no es más que la suma de pequeños sueños cumplidos. También decepciones, en el otro lado de la moneda. Pero siempre tendemos a evitar tener en cuenta esos detalles que no te dejan sonreír. Cuando nace una sonrisa… cuando detrás de esa sonrisa estás tú…

El mundo no frena. No te espera. A veces alguien desde el tren te lanza una cuerda para que puedas deslizarte como Tarzán, de un vagón a otro. Momentos flotando alrededor, sonriendo, disfrutando el momento. Luego cesa, y tienes que seguir corriendo al lado, para no perder lo que quieres. Para encontrar lo que amas. Para ser tú mismo. Y cuando consigues entrar en el vagón, todo se hace de una manera más relajada. Pero claro, no olvidemos, el tren va en una dirección, tú la escogiste, pero cambiar el rumbo es harto complicado. Las vías están ahí, trazadas. Y en el vagón del tren siempre van los mismos ocupantes. Caras que cambian en algunas estaciones. Clásicos que siempre estarán. Es increíble lo que puedes sacar del que lleva tanto tiempo haciendo el mismo recorrido, de ida y vuelta. También de los que se acaban de subir y te cuentan como son otras líneas, otros paisajes. Otras rutinas. Y la vida en el vagón sigue surgiendo… monótona… con sus pequeñas dosis de sobresalto.

¿Sortir ou rester?
”yo me quedo en casa… lo de fuera no me interesa…”

En estos momentos no soy capaz de adentrarme dentro y ver qué necesito. No veo clara la opción huida de nuevo. Tengo que comenzar aquí, hacerme fuerte, aprender muchas cosas aquí ahora. Sevilla me está ofreciendo muchas posibilidades y tengo que aprovecharlas… pero es salir… ya no es sólo currículo, que nunca lo fue, sino cambio. ¿No he tenido suficiente? Dudas, clásicas. Quizás lo mejor sea quedarse.

Y no olvidemos el Amor. Hoy bien, fuerte, mañana, no te puedo asegurar nada. Que seguimos con lo mismo, no. Que cambiamos de manera radical, tampoco. He hecho progresos. Ha sido duro. Es duro.

“…tan, tan… llaman a la puerta otra vez, ya va, ¿quién es? Fui a abrir, y se coló en mi casa un amanecer… joder, ¡qué bien!...”


Autor: Taché, Sevilla

1 comentarios:

Andrew LeMarek dijo...

Muchas gracias, Taché. Por atreverte con tu primer envío. Por mostrarme de nuevo tu lado más humano y alegrarme la mañana con encubiertas promesas de vuelta feliz...

Me encanta lo de "cuando detrás de una sonrisa estás tú..." Magnífico el símil con trenes. Ya sabes que a mi también me gusta juguetear con ferrocarriles de ida y vuelta.

En cuanto a Sevilla, ya lo hablamos. No sé qué versión de Sevilla es la que hay ahora. Simplemente sé que he decidido tachar apellidos y me quedaré sólo con eso, con Sevilla. El recuerdo hace irremediable esta solución... Espero tenerte a mi regreso, hermano.

Un abrazo!!